viernes, 1 de abril de 2016

Trabensol, el paraiso de la 3ª edad

Hace aproximadamente 15 años, un grupo de amigos a punto de jubilarse y con una intensa actividad social a sus espaldas, cayeron en la cuenta de que se estaban haciendo mayores.




Querían alternativas diferentes a las que habían vivido sus padres. Tras muchas horas de diálogos y debates, decidieron constituir una cooperativa y levantar un centro de convivencia para mayores en el que pudieran vivir una vejez saludable, y ser independientes.

A partir de ahí comenzó una agotadora búsqueda para encontrar el terreno adecuado en el que realizar el proyecto. Finalmente apareció Carlos Rivera, alcalde de Torremocha del Jarama, que nos tendió la mano sin intereses ocultos, pagos ni intermediarios, afirmando que Trabensol iba a aportar al pueblo una riqueza enorme y un gran potencial mental y social.

Al pie de la sierra, en una vega llana y fértil, junto a la orilla del río, se erige el colorido complejo de 16.000 metros cuadrados, construido de forma bioclimática por filtración y geotermia, una energía limpia, renovable y económica, que les permite hasta un 75% de ahorro mensual.

Las zonas de acceso de la casa están orientadas al norte y las del alojamiento al sur. Tenemos 25 pozos de 150 metros que hacen que el suelo sea radiante y tenga una temperatura constante de 16 grados. Los canalones de los tejados van a un aljibe que recoge el agua de la lluvia y nos permite regar durante tres meses. Los aislamientos térmicos y acústicos están muy cuidados y las luces exteriores están dirigidas hacia abajo para que no haya contaminación lumínica y se puedan ver las estrellas.

Todos buscaban un hogar, no un geriátrico, con la férrea intención de edificar un hogar alejado del concepto actual de las residencias de mayores, el complejo, exquisitamente decorado, está preparado para armonizar la cohabitación en común con la vida independiente. Circundando un huerto de 10.000 m2, tranquilos patios y aromáticos jardines, se encuentran las 54 viviendas de los afiliados, 50m2 repartidos entre una cocina americana, un salón, una habitación, un baño geriátrico y una terraza.

El lugar cuenta con un amplio abanico de zonas comunes en las que disfrutar del momento: biblioteca, hemeroteca, gimnasio, un mini spa de baños terapéuticos, salas de reiki, de acupuntura, de música, de pintura o de edición de video, un claustro zen para pasear cuando hace mal tiempo, un habitáculo con juguetes para que los nietos gocen con los abuelos, salones de reunión para celebrar fiestas o el salón del silencio. La convivencia entre los residentes, en su mayoría gente muy preparada, es plenamente activa y cada uno pone a disposición de la comunidad su experiencia profesional. Tienen talleres de danzas del mundo, Ikebana, vidriado, costura, pintura, Chi Kung o bricolaje y hacen su propia gaceta informativa interna.

En la comida todos colaboran en los quehaceres del inmenso comedor que tiene como chef a Mina Tartili, miembro de la asociación "Ananda". El ambiente es increíble, hacen todo lo posible por mantener un clima de alegría y solidaridad.

Si llegan momentos de dificultad física o de enfermedad están preparados para todo lo que venga. Tienen vigilancia las 24 horas. El complejo está habilitado para personas con movilidad reducida. En cada pasillo hay varios baños, por si hay urgencias, en cada esquina un ascensor con el tamaño suficiente para una silla de ruedas y tienen un ala, especialmente habilitada, para personas que necesiten cuidados médicos específicos.

Este sistema de vivienda colaborativa, diseñado y gobernado por los propios residentes, nació en Dinamarca, a finales de los años 60, y se extendió a Norte América, a finales de los 80, bajo la pretensión de volver al sentido de comunidad primigenio de los barrios de antaño. "Trabensol ha sorprendido mucho en Europa. Son tantos los interesados en esta particular forma de vida que ya cuentan con una nutrida lista de espera. ¿Los requisitos? Tener entre 50 y 70 años, identificarse con los principios básicos de solidaridad y ayuda mutua, y tener solvencia económica para mantener los pagos: una inversión inicial de 154.000 y hasta 1100 al mes. "Incluye alojamiento, lavandería, limpieza y la comida del medio día. Todos pertenecen a una generación en la que se compraban pisos porque no había casi alquileres. Ahora los han vendido para poder afrontar el coste del proyecto. Tienen una acción pero la propiedad es de la cooperativa. Quien decide marcharse recupera el dinero, al valor que tenga en ese momento, y al fallecer lo recuperan sus herederos, que también pueden, si cumplen los requisitos y quieren, pueden vivir allí.


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