jueves, 7 de mayo de 2015

Hace 191 años del estreno de la Novena Sinfonia de Beethoven


7 de mayo de 1824

En el Teatro de la Corte Imperial de Viena (Austria), abarrotado de un público selecto, tiene lugar el estreno de la Novena Sinfonía en re menor, de Ludwig van Beethoven, completamente sordo e impedido de oír nada de lo que su genio es capaz de crear.

A partir del segundo movimiento, un público asombrado y embelesado por la riqueza y amplitud de lo que escucha, estalla en aplausos. Al final del concierto, un Beethoven emocionado verá entre lágrimas, a todos los asistentes puestos en pie que no pararán de ovacionarle.

Físicamente, Beethoven no tenía nada de notable: era de mediana estatura, regordete y poco atractivo. Tan sólo su larga y salvaje cabellera llamaba la atención, aunque normalmente la llevaba desgreñada y mugrienta. Su aspecto le tenía sin cuidado; unos pantalones rotos y un raído frac eran su atuendo habitual, llegando en más de una ocasión a ser detenido en la calle por los gendarmes al ser confundido con uno de los muchos vagabundos que deambulaban por la ciudad. En la última etapa de su vida este mismo estado de abandono presentaba su domicilio, donde se amontonaban los restos de comida, los platos sucios y las partituras sin terminar. En medio de este caos daba Beethoven lecciones de piano a señoritas distinguidas, a muchachas de rostro sonrosado que se sentían al mismo tiempo turbadas y atraídas por tan indómito maestro. Más de una vez se enamoró Beethoven de alguna de sus alumnas y más de una vez su amor fue correspondido, pues las efusiones de su corazón resultaban irresistibles aun cuando su presencia pudiera desagradar. 


Son ciento treinta y siete las obras clasificadas de Beethoven, entre las que destacan sus nueve sinfonías, los seis conciertos para piano y orquesta, las treinta y dos sonatas para piano, dos misas y su única ópera, Fidelio. La mayor parte de estas composiciones fueron escritas cuando su creador estaba ya aquejado de una humillante y trágica dolencia: la sordera. Sus problemas auditivos comenzaron justo cuando Beethoven se hallaba en el punto culminante de su capacidad musical, en el preciso instante en que sus obras empezaban a expresar una madurez magistral y el estilo propio e inconfundible del maestro. Fue en el año 1800, paralelamente a la aparición de la Sonata para piano nº 8 Patética, que ya mostraba una particular estructura fundamentada en el leitmotiv: las cuatro notas iniciales se repiten configurando un tema principal, desarrollado mediante variaciones y otorgando a toda la composición una dinámica muy especial. Seis años después tendría lugar el estreno de la Sinfonía nº 3 en mi bemol mayor, también llamada Sinfonía Grande o Heroica, que festejaba las hazañas de Napoleón Bonaparte. Como muchos de sus contemporáneos, Beethoven admiraba al hombre que había sido capaz de recoger el testigo de la Revolución y fundar una nueva república dando sentido a los ideales de libertad y hermandad que recorrían Europa, pero se sintió traicionado cuando el corso se hizo proclamar emperador y hubo de ahogar su cólera en un amargo llanto de decepción. En la imagen, el más conocido retrato del compositor, realizado por Joseph Karl Stieler en 1820.

Sabíais que la novena sinfonía se utilizó como terapia en la película "La naranja mecánica"


Aquí os dejo un enlace a YouTube de la novena sinfonía de Beethoven por Karajan (Stereo) de más de 1 hora de duración.




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