Supongo que todos recordaréis la catástrofe del Prestige.
Han pasado 12 años de ese fatídico 19 de noviembre de 2002, en que el petrolero Prestige, procedente de San Petesburgo transportando una carga de 77.000
toneladas de fuel ruso, se partió en dos en las costas gallegas. Se trataba de
un barco con armador griego, sociedad en Liberia y bandera de Bahamas. Con
tripulación asiática, y había sido verificado positivamente en las
oficinas marítimas de América del Norte y de Francia.
Como parecía imposible mantenerlo a flote la decisión del Gobierno fue
la de trasladarlo mar adentro para reducir los daños ecológicos y, de este
modo, se situó el buque en aguas de competencia portuguesa. Más tarde se
debatió sobre si el Ejecutivo acertó al dirigir el buque hacia alta mar en
lugar de acercarlo a un puerto y trasvasar allí el petróleo de sus bodegas.
Alejar el barco de la costa hizo pensar que los vientos y las corrientes podían
llevar los vertidos hacia el interior del océano y no hacia tierra y que si se
hundía, como ocurrió, gran parte del combustible quedaría almacenado en sus
tanques. Antes de hundirse, el buque fue vertiendo petróleo en las playas a
medida que se abrían grietas y algunos pescadores, como los percebeiros, ya temían las consecuencias.
El Prestige terminó hecho pedazos en el
fondo del Atlántico, a 133
millas del cabo de Finisterre y, aunque las cifras
oficiales no fueron precisas, se deduce que el petrolero se hundió con 60.000
toneladas de fuel, de las 77.000 que transportaba en un principio. El submarino
francés Nautile, batíscafo que el gobierno de nuestro país alquiló a
las autoridades de París, tras sumergirse varias veces donde se hundió el Prestige, confirmó que el barco no perdía petróleo. Se pensó que las altas
presiones que soportaba y la baja temperatura podrían haber logrado que el fuel
se solidificase pero, poco después, se comprobó que existían grietas en la popa
del petrolero por las que se podían liberar las 50.000 toneladas de combustible
que todavía permanecían en los tanques del Prestige.
Al poco tiempo de producirse el hundimiento ya se detectó una mancha de
fuel a 40 millas
de Tapia de Casariego (Asturias). El combustible se extendió por más del 41% de todo el litoral español. De
las 1.064 playas que existen en Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco, más
de 400 se encontraron afectadas en mayor o menor medida por el vertido del Prestige.
Miles de voluntarios se desplazaron a la zona para recoger fuel, junto a
los pescadores, con sus propios medios. Durante dos meses, cientos de embarcaciones intentaron recoger con palas,
cubos y remos el petróleo que había penetrado en las rías de Arousa. A pesar de
que los primeros vertidos habían llegado a unos kilómetros de la ría unos diez
días antes, aún no se habían instalado barreras flotantes suficientes para
detener la marea negra ni se habían colocado contenedores para el fuel. Jóvenes llegados desde todos los puntos de
España ayudaron a los marineros a recoger "chapapote" de las costas (más de 100.000
toneladas de fuel) y comprobaron como cada día, nuevas manchas arruinaban el
trabajo realizado durante la jornada anterior.
Este desastre arruino las playas, a los pescadores y sobre todo fue un desastre ecológico. Pues durante mucho tiempo, destruyó la vida marítima y de las aves que además de cubrirse de petroleo, no podían alimentarse.
Daba mucha pena ver las gaviotas y otras aves cubiertas de petroleo agonizando en las playas.
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