sábado, 3 de diciembre de 2016

Cirila, un relato de terror

Esta historia toma lugar en una colonia del norte de la ciudad, Amelia Jiménez era una niña de unos seis años, muy introvertida y tímida que apenas iba al kinder, nunca tuvo problemas de conducta su carácter dócil la hacían ser querida por muchas personas; sin embargo guardaba un secreto que tiempo después le contaría a sus padres. Su familia integrada por Papá, mamá y un hermano mayor, se había mudado de Querétaro a la ciudad de Tampico ya que el señor había sido permutado en su trabajo a una planta de plásticos del corredor industrial. El cambio no la afectó, no le costó despedirse de compañeros y familiares, y se logró adaptar rápidamente a su nueva escuela y casa. No jugaba con los demás niños, en cambio se la pasaba sentada en una banca jugando con una pequeña muñeca que siempre llevaba a la escuela; sin embargo donde vivía no había niños con quienes jugar y eso la hizo aun mas retraída y sola.

La casa que habían adquirido sus padres era grande; el terreno de la propiedad estaba rodeado de arboles de mango y palmeras. El jardín estaba bien cuidado y los padres pensaron en poner juegos infantiles para sus niños en él. Al fondo del terreno había una pequeña casita de madera algo vieja pero firme, en donde guardaban muebles y herramientas el anterior dueño. El papá de Amelia la desocupó, arregló y acondicionó con juguetes y una pequeña colchoneta, la chiquilla encantada llevaba sus muñecas la “casita de muñecas” que su padre le había hecho y pasaba las horas jugando sola.

Pero a conforme pasaban los días, el comportamiento de la niña se comenzó a volver más extraño. No hablaba con nadie, ni siquiera con sus padres y cada que podía se escondía en su casa de muñecas. Su hermano que jugaba con unos amigos, la escucho discutir con “alguien” dentro de la casita y al revisar, se dio cuenta que estaba alterada y nerviosa; pero no había nadie con ella. Los padres lo pudieron comprobar días después cuando le fueron a buscar y notaron que platicaba efusivamente con “alguien”. Al preguntarle con quien hablaba se limitaba a responder que con “Cirila” su mejor amiga. Los padres sin mucha preocupación pensaron que era “normal” dada su condición que inventara amigos imaginarios para sobrellevar su soledad y no le dieron mayor importancia.

Una noche los problemas comenzaron, los señores dormían profundamente cuando escucharon que algo golpeaba una de las puertas de la casa. La señora algo espantada temió que alguien se hubiera metido a robar y el señor salió sigilosamente del cuarto para revisar que no anduviera algún ladrón. Caminó lentamente hacia la sala, donde se escuchaba el ruido. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que Amelia estaba golpeando levemente con su cabeza la puerta de la entrada. Al acercarse notó que parecía dormida y en un estado de sonambulismo; lo más extraño es que tenía sus ojos bien abiertos. Sin mediar, el hombre le habló susurrante; la niña volteó hacia atrás la cabeza y despertó completamente aturdida y confundida, sin saber como había llegado ahí.

Después de esa noche, su comportamiento se hizo aun más extraño, y por las noches su sonambulismo la llevaba a intentar salir de la casa. Los padres temían que lograra salirse y vagara por la calle, se perdiera o fuera atropellada. Decidieron llevarla a tratar su problema de sonambulismo y trastorno de sueño; pero después de pasar un par de noches en la clínica, no se detecto nada inusual, de hecho durmió profundamente mientras estuvo ahí.

Tiempo después y al ver que no mejoraba, la llevaron con un psicólogo; pero tampoco encontró problemas y les dijo a los padres lo que ya sabían: que tenía una amiga imaginaria llamada “Cirila”. Les dijeron que era muy común este comportamiento, dado que no tenía amigos y el psicólogo les aconsejó que no la dejaran pasar mucho tiempo sola y que realizara actividades con niños de su edad. Los padres algo angustiados siguieron la recomendación del psicólogo y obligaron a Amelia a pasar más tiempo con ellos y su hermano. El jugar en la casita le era permitido durante una hora cada día; pero cuando lo hacía, todavía “hablaba” con su amiga imaginaria.

El sonambulismo y las conductas fuera de lo común comenzaron a empeorar y las pesadillas que tenía, comenzaron a ser más frecuentes e intensas. Eran gritos de horror que resonaban en el silencio de la madrugada que despertaba a todos y en muchas ocasiones la niña se levantaba y vagaba por toda la casa, hasta que logro salir al patio por una ventana y recorría el patio para refugiarse en la casa donde permanecía dentro y parada sin hacer nada. Eso lleno de miedo a los padres. Amelia cada día parecía mas agotada y enferma. Grandes ojeras y la piel amarillenta denotaban que comenzaba a enfermar. Los padres de Amelia estaban desesperados y no sabían como ayudar a su pequeña. Eso hizo que la armonía en el hogar se fragmentara.

Una noche el papá de Amelia, se levantó al baño y se veía en el espejo con grandes ojeras, sus ojos rojos reflejaban su angustia, no podía dormir. Bajó a la sala y se sentó en un sillón para meditar y pensar en soluciones que pudieran ayudar a su hija. Estaba en la total obscuridad cuando su corazón dio un vuelco al ver a su pequeña niña bajar por las escaleras y caminar arrastrando los pies hacia la puerta, sus ojos estaban abiertos pero en blanco, de algún modo logró abrir la puerta y salió al patio, el padre caminó lentamente detrás de ella y le comenzó a susurrar su nombre para intentar despertarla; pero en vez de eso la niña continuó su camino hacia la casita y entró parándose en medio. El padre al verla intentó acercarse y un escalofrío lo recorrió cuando la niña se hincó en el suelo y comenzó a rascar la tierra desesperadamente. El hombre se acercó y acarició la cabeza de su hija tratando de despertarla. Entonces notó que decía algunas palabras entre dientes, frases que no eran comprensibles y un instante escuchó que susurraba algunas frases:

“Obscuro, Frío…ayúdame a salir…”

Esto último hizo que el señor se le pusieran los pelos de punta y comenzó a temblar. Casi en la desesperación, intento de nueva cuenta despertar a su niña sin éxito, agitándola y hablándole con firmeza.

-Amelia, Amelia, despiértate -decía con angustia su padre.

La niña sin obedecer. Continuaba escarbando con desesperación, el agujero que hacía con sus pequeñas manos apenas era de unos centímetros de profundidad y sus manos comenzaron a llenarse tierra, su pequeño y frágil cuerpo temblaba por el frío que hacia; pero parecía que a pesar de la incomodidad y el dolor que le producía hundir sus pequeños dedos en la tierra, era incapaz de despertar. El padre sin saber qué hacer ante la conducta frenética de su hija, casi a punto del llanto grito sin pensar:
¡Cirila! ¿Eres tú?

En eso la niña se detuvo en seco y volteo a ver al hombre ya con los ojos despiertos, y con una cara de angustia y tristeza miro detenidamente a su padre como pidiendo ayuda y se desmayó. Levantó a la niña en brazos y la llevo de regreso a la casa. La limpió y no le comentó nada a la mamá para no alarmarla. En ese momento la chiquilla abrió los ojos y miro a su papá sin entender que había pasado o donde estaba, el señor la abrazó y se puso a llorar calladamente.

Después de dejar a la niña dormida, bajó al patio y tomó una pala y una linterna. Corrió a la casita y comenzó a cavar donde su hija había estado escarbando. la tierra poco a poco comenzó ceder y el agujero a agrandarse, llevaba quizás un metro de profundidad cuando algo topó con la pala, se agachó para remover la tierra y el horror se apoderó de él, semienterrado se veía un cráneo humano. La cuencas llenas de tierra parecían ver fijamente al hombre, que no daba crédito a lo que veía, el miedo lo invadió y salió rápidamente del hoyo, sacudiéndose la tierra con desesperación. Comenzaba a amanecer y corrió a la casa para calmarse. Pensó bien que haría y lo primero que hizo fue despertar a su esposa y contarle todo lo sucedido. Sin dar crédito y nerviosa la mujer le aconsejó que llamara a la policía.

Horas después llegó el ministerio público y los servicios forenses que se dieron a la tarea de sacar los restos del cadáver. Con las indagatorias se determinó que la osamenta era de una mujer joven y entre los restos hallaron lo que parecía ser su bolsa; en ella se encontraron objetos personales y una credencial de elector amarillenta; cuyo año de registro era del año 1992, el nombre de la mujer era CIRILA GOMEZ ESTRADA de 22 años. Se supo que la joven había desaparecido hacía muchos años y era estudiante de comercio. Su caso nunca se resolvió, las investigaciones condujeron al antiguo dueño del terreno, lo arrestaron y confesó su crimen. Había violado y matado a la joven Cirila y ocultó el cadáver enterrándolo en su jardín, pensando que nunca lo encontrarían, ya que la joven era de un ranchito en Veracruz y nadie la vino a buscar cuando desapareció.

Después de darles sepultura a los restos de la joven Cirila. Amelia nunca volvió a hablar sola o con su amiga imaginaria, de hecho cuando le preguntaban por ella, decía que era un vago recuerdo y no quería tocar el tema. Su condición mejoró gracias a que sus padres la llevaban a hacer actividades con niños por las tardes. La casita fue derrumbada y no se volvió a mencionar nada acerca del penoso evento. Después de que el misterio de la desaparición de Cirila se resolviera y su asesino fuera arrestado y condenado, su espíritu al fin encontró la paz.

Relato basado en hechos reales contado por Ernestina LariosEscrita y Adaptada por Eduardo Liñán.
Fuente: historiasdeterror.website/





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