miércoles, 2 de diciembre de 2015

San Guinefort, un perro santo

Guinefort fue un perro galgo que vivió en la Francia del siglo XIII, objeto de devoción como santo después de muerto. Su santidad no fue reconocida por la Iglesia Católica, que varias veces prohibió expresamente el culto a este animal.

Es probablemente la historia más rara vinculada a la religión católica.



Un día, el dueño de Guinefort, que era un caballero que vivía en un castillo en Villars-les-Dombes, lo dejó con su hijo de pocos meses. Cuando regresó el caballero, vio sangre en el hocico del perro, y al ver la cuna vacia penso que el perro lo había devorado. Llevado por el dolor empezo a golpear al perro hasta matarlo.

Luego se percató al oir el llanto de que su hijo estaba vivo, en el suelo junto a la cuna y entonces encontró a su lado una serpiente muerta.

El caballero, arrepentido, le hizo al perro una tumba cubierta de piedras y con plantas alrededor.

La historia del perro valiente empezo a hacerse conocida entre los campesinos que comenzaron a visitar la tumba y poco a poco se convirtió en lugar de peregrinación donde empezaron a adorar al perro
y atribuirle milagros de curación y protección de niños enfermos

La tumba se convirtió en lugar de devoción y a partir de entonces considerado Guinefort como un santo que protegía a los niños.

El rito llegó a oidos del Vaticano que a pesar de aceptar algunos hechos milagrosos atribuidos al perro, prohibió su culto. Finalmente la Santa Inquisición exhumo los restos del perro que luego fueron quemados y su culto fue considerado herejía, pero a pesar de todo persistio hasta 1930

Su festividad se celebraba el 22 de agosto

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