Educado en el colegio de Beauvais, Charles Perrault se aficionó grandemente a la literatura desde su mocedad. Compuso durante sus años de colegio una Enéide travestie agradable, juntamente con su amigo Baurin y con sus hermanos (Claude Perrault, que sería médico y arquitecto, y Nicolás Perrault, futuro teólogo). Abogado del foro de París en 1651, obtuvo luego diversos cargos administrativos y gubernativos. De 1654 a 1664 estuvo empleado en la administración de la Recaudación General de Hacienda, dirigida por su hermano Pierre bajo la supervisión del ministro Jean-Baptiste Colbert, protector de la familia. Charles Perrault fue más tarde inspector general de la Superintendencia de las Construcciones Reales y miembro de la comisión encargada de redactar inscripciones en los monumentos públicos (que posteriormente se convertiría en la Academia de Inscripciones).
Mientras tanto, frecuentaba los salones, haciéndose apreciar por su "sprit" y por su amabilidad, y fundaba con Costar y Pinchesne un grupo de amigos literatos a los que se unió durante algún tiempo Madame de la Suze, la sentimental poetisa. Fue precisamente hacia esta época (1660) cuando escribió las poesías tituladas Le miroir ou La métamorphose d'Orante y La chambre de la justice d'amour.
A partir de 1671, fecha de su ingreso en la Academia Francesa, tomó parte muy activa en sus deliberaciones. Colbert le había confiado oficiosamente la misión de apoyar en el campo literario la política de prestigio con la que reforzaría y ampliaría la autoridad de la monarquía; el poeta oficial Jean Chapelain le ayudó en aquella labor. Perrault propuso una reforma en la organización de la Academia y en el nombramiento de sus miembros; a partir del 13 de enero de 1672, las sesiones fueron públicas. Pero, pese a sus muchos esfuerzos y a los poderosos apoyos con que contaba, se atrajo la enemistad de otros grupos, en especial de Nicolas Boileau y sus seguidores.
La polémica se inició cuando el 27 de enero de 1687 leyó en la Academia un poema más bien mediocre, titulado El siglo de Luis el Grande, en el que sostenía la superioridad de los escritores modernos sobre los antiguos. Nicolas Boileau, Jean Racine y otros ridiculizaron el poema, y Perrault replicó remachando y explicando sus teorías en los cuatro volúmenes de su Comparación entre antiguos y modernos(1688-1697). Las preferencias expresadas por Perrault levantaron un prolongado debate público que se convirtió en la famosa «querella de los antiguos y los modernos». Nicolas Boileau lideró la defensa de los antiguos; a sus sarcásticasRéflexions critiques sur Longin contestó Perrault con una Apologie des femmes(1694).
La controversia continuó incluso después de la reconciliación de los dos jefes de grupo (1700), y no careció de aportaciones de enjundia; así, la teoría según la cual las artes no dejan nunca de perfeccionarse a través de una revolución de carácter científico anima la Digresión sobre los antiguos y los modernos (1688) de Bernard Le Bovier de Fontenelle. Cuando se apartó de esta polémica, que puede considerarse casi la polémica del siglo, Perrault publicó Los hombres ilustres que han surgido en Francia durante este siglo, con sus retratos al natural (1696-1700), obra biográfica en dos volúmenes, de poco valor, pero ilustrada con hermosos grabados.
Los cuentos de Charles Perrault
En 1697 publicó Charles Perrault el libro al que debe su celebridad: Historias y relatos de antaño. Cuentos de mi tía Ansarona. Pensando que era poco serio que la obra apareciera con su nombre, publicó con el de su hijo esta colección de cuentos en verso y en prosa, nacida con la modesta pretensión de divertir a los muchachos, pero que, gracias a su feliz ingenuidad y su sabroso y sencillo estilo, estaba destinada a conquistar al público europeo y a tener un número prodigioso de ediciones, así como a captar la atención y exaltar la fantasía de escritores como los hermanos Grimm, Ludwig Tieck y Maurice Maeterlinck, que hicieron de ella transcripciones y arreglos.
Ilustración del Gato con botas de Gustave Doré |
Si bien la fuente de sus cuentos es la tradición popular, nos hallamos muy lejos de la ingenuidad a que quisieron atenerse en Alemania los hermanos Grimm. Aunque su lenguaje es también rico en expresiones características, tomadas del mundo del que provienen los personajes, Perrault se mantiene alejado por igual del llano realismo y de la reconstrucción histórica: sus príncipes y grandes señores son los mismos de la Corte de Versalles, y sus campesinos y artesanos son los que se movían alrededor de París y de la Isla de Francia en el siglo XVII.
La elegancia de su estilo hace de cada uno de estos cuentos una pequeña obra maestra, fruto de un paciente trabajo de lima, como se puede comprobar confrontando el volumen del año 1697 con la primera redacción de los cuentos, aparecida en revistas como el Mercure de France. El literato no supo resistir a la tentación de añadir a los cuentos una moraleja, que siempre resulta la parte más débil; al hacerlo, no sólo se inclinaba ante el gusto de la época, sino que con ello salía al paso de las posibles acusaciones de corromper a la juventud.
Las demás obras de Charles Perrault tienen un interés muy secundario: Saint Paulin(1686), Le cabinet des Beaux-Arts (1690, colección de grabados), La Marquise de Salusse ou La patience de Griselidis (1691) y Adam ou La création de l'homme(1697). Perrault escribió también una comedieta en tres actos, L'oblieux, que no se publicó hasta 1868. Sus Mémoires (1755) contienen riquísimas y valiosas informaciones sobre la obra del ministro Colbert.
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