miércoles, 30 de marzo de 2016

4 hechos historicos del 30 de marzo

El 30 de marzo de 1615 Cervantes obtenía autorización para editar la segunda parte de su obra cumbre, El Quijote. Tenía ya sesenta y ocho años y había padecido todos los reveses de la vida. La publicación en 1614 de El Quijote de Avellaneda, una falsa continuación de su novela, le llevó a redoblar esfuerzos para terminar cuanto antes su segunda parte. A Cervantes le dolió este plagio, donde era tachado de viejo y lisiado, pero respondió de forma serena y elegante. «Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, o si mi manquedad hubiese nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, no esperan ver los venideros».

La segunda parte de El Quijote nada desmerece a la primera, pese a la advertencia del bachiller Sansón Carrasco de que «nunca segundas partes fueron buenas». En ella el caballero andante se muestra más ponderado y su locura se asemeja más a un juego. Don Quijote y su fiel escudero amplían su radio de acción y salen de La Mancha para adentrarse en el valle del Ebro y llegar a tierras catalanas. Cervantes reproduce acaso el agónico viaje que le llevó a Barcelona persiguiendo al conde de Lemos, su mecenas, en un desesperado intento por lograr que le incluyera en su corte de Nápoles, hacia donde embarcaba para ser virrey. Al conde de Lemos le dedicará la segunda parte de su Ingenioso Hidalgo, como también le dedicó aquel desgarrador prólogo de su Persiles, «ayer me dieron la extremaunción, y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan». Cervantes sentía «el pie ya en el estribo», y se aferraba a la vida, a su trabajo y a la protección de su señor.




Francisco de Goya nació el 30 de marzo de 1746, en Fuendetodos, localidad de la provincia española de Zaragoza, hijo de un dorador de origen vasco, José, y de una labriega hidalga llamada Gracia Lucientes. Avecinada la familia en la capital zaragozana, entró el joven Francisco a aprender el oficio de pintor en el taller del rutinario José Luzán, donde estuvo cuatro años copiando estampas hasta que se decidió a establecerse por su cuenta y, según escribió más tarde él mismo, "pintar de mi invención".

Goya aprendió de su padre el oficio de dorador, pero, decidido a dedicarse a la pintura, se trasladó a Madrid para formarse junto a Francisco Bayeu, con cuya hermana se casó en 1775, año de su establecimiento definitivo en Madrid. Bayeu le proporcionó trabajo en la Real Fábrica de Tapices, para la que realizó sesenta y tres cartones, en su mayor parte con escenas idílicas y de la vida diaria, plasmadas con colores claros y vivos e impregnadas de alegría y romanticismo.

Simultáneamente, Goya empezó a pintar retratos y obras religiosas que le dieron un gran prestigio, hasta el punto de que en 1785 ingresó en la Academia de San Fernando y en 1789 fue nombrado pintor de corte por Carlos IV.

Diez años más tarde, en 1799, pintó para el soberano el famoso retrato La familia de Carlos IV, que se considera una de sus obras maestras. Es un retrato oficial, formal en apariencia, pero en el que el autor se permite cierta ironía al plasmar a los personajes con un realismo crítico.

Goya trabajó como retratista no sólo para la familia real, sino también para la aristocracia madrileña, y de hecho entre estos retratos se encuentran algunas de sus obras más valoradas, como La condesa de Chinchón o las famosas La maja vestida y La maja desnuda; sobre estas últimas dice la leyenda popular que representan a la duquesa de Alba, quien habría mantenido con el artista una relación de tintes escandalosos. En los retratos de Goya destaca, en líneas generales, su atento estudio de las posturas y las expresiones, así como los contrastes de luces y sombras que realzan la figura del protagonista.

Hacia 1799, el pintor concluyó una de sus grandes series de grabados, Los caprichos, ochenta y dos aguafuertes que constituyen una crítica feroz de la sociedad civil y religiosa de la época. En esta serie aparecen ya algunos personajes extraños y macabros que acabarán protagonizando obras posteriores del maestro. Por esos mismos años, Goya se ocupó de la decoración al fresco de la ermita de San Antonio de la Florida, donde realizó una obra de gran impacto escenográfico.

En 1808, la invasión de España por las tropas napoleónicas colocó al artista en una situación delicada, ya que mantuvo su puesto de pintor de corte con José Bonaparte. Pese a todo, no se privó de plasmar los horrores de la guerra en obras como El 2 de mayo y Los fusilamientos del 3 de mayo, que reflejan los dramáticos acontecimientos de aquellas fechas en Madrid. Además, en los sesenta y seis grabados de Los desastres de la guerra (1810-1814), dio testimonio de las atrocidades cometidas por los dos bandos y acentuó visualmente la crueldad de la guerra como protesta contra ella lanzada a la posteridad desde la impotencia.

Por haber trabajado para José Bonaparte, el artista cayó en desgracia tras la restauración de Fernando VII, y en 1815 se retiró de la vida pública. En 1819 experimentó una recaída en la misteriosa enfermedad que en 1792 lo había dejado completamente sordo. Ello, unido a su nueva vida en soledad en la Quinta del Sordo, casa solariega que había comprado poco antes, debió de contribuir a la exacerbación imaginativa de que el artista dio muestras en la decoración de su nueva vivienda: catorce murales de gran tamaño con predominio de los tonos marrones, grises y negros, sobre temas macabros y terroríficos.

Estas obras, conocidas en la actualidad como Pinturas negras, han contribuido con el paso de los años a la consolidación del reconocimiento del genio de Goya, tanto por su originalidad temática como por su técnica pictórica de pincelada amplia y suelta. El pintor se trasladó en 1824 a Burdeos, donde residió hasta su muerte sin dejar de cultivar la pintura y el grabado. La lechera de Burdeos y algunos retratos ilustran la evolución del genio hacia una concepción de los valores plásticos que anuncia el impresionismo. Su obra, fecunda y versátil, de gran libertad técnica y brillantez de ejecución, no ha dejado de acrecentar la importancia de su figura hasta nuestros días.




El mismo día en 1979 Adolfo Suárez es investido presidente del Gobierno español, tras obtener el voto de confianza del Congreso.


En 1987 en Londres, el cuadro Los Girasoles, de Vincent van Gogh, logra el récord en una subasta celebrada con el pago de 22 millones de libras.
La noticia de la compra por el magnate japonés Yasuo Goto en una subasta en Christie’s de Londres obtuvo resonancia mundial, pagandose una cifra récord hasta entonces en una subasta, de 39,9 millones de dólares. La pintura reside en la actualidad en el Sompo Japan Museum of Art de Tokio. Después de la compra se planteó una controversia sobre si se trataba de una auténtica obra de Van Gogh o una falsificación de Émile Schuffenecker, una polémica finalmente resuelta en 2002 con la publicación de un informe conjunto del Museo Van Gogh de Ámsterdam y del Art Institute of Chicago que confirmaba la autenticidad del cuadro, aunque matizaba que Schuffenecker había restaurado la obra y realizado algunos pequeños retoques propios

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