sábado, 19 de noviembre de 2016

Hoy cumple 150 años el reloj de la Puerta del Sol

Los madrileños antes de la existencia de este reloj miraban la hora en el reloj de la desaparecida Iglesia del Buen Suceso (ocupaba el solar de la futura tienda de Apple). Era un reloj con una única manecilla y muy poco preciso.

En el año 1854 se derribo la iglesia y la Puerta del Sol se quedo sin referencia horaria para todas aquellas personas que transitaban por ella, es por este motivo que se decide colocar un reloj en la parte superior del Edificio de Gobernación. Éste contaba con tres esferas y fue fabricado por Tomás de Miguel pero seguía siendo poco exacto.

Gracias a estos fallos continuos no se hizo esperar y comenzo a circular por Madrid la siguiente cantineta:


Este reló tan fatal
Que hay en la Puerta del Sol
-dijo un turco a un español
¿Por qué funciona tan mal
Y el turco con desparpajo
contestó cual perro viejo
«Esté reló es el espejo
del Gobierno que hay debajo»




– Se pusieron manos a la obra en busca de una solución y se decidio contactar al prestigioso relojero (Español) José Rodríguez “Losada”, quien en 1863 acepta con gusto el encargo.

Lo construyó y donó a Madrid José Rodríguez Losada, un militar que huyó de España por sus ideas liberales y se estableció en Londres, donde se convirtió en uno de los mejores relojeros del siglo XIX
En este siglo los relojeros suizos y británicos se dedicaban a falsificar los relojes que un español hacia en Londres y a distribuirlos en el mercado español, de igual manera que ahora se falsifican y comercializan las mas prestigiosas marcas de relojes en el Chinatown neoyorquino. 
José Rodrguez Losada nació en 1797, en un pequeño pueblo de León llamado La Iruela, hijo de Miguel Rodríguez y María Conejero, hidalgos de condición humilde. Su segundo apellido no debía gustarle y lo cambió por el de la región en la que había nacido, Quinta-nula de Losada.´

Fue oficial del arma de caballería, según figura en el expediente para la concesión de la condecoración de Caballero de la Orden de Carlos III, que se le otorgó por Real Decreto de 3 de octubre de 1854: "Don José Rodríguez de Losada, oficial que ha sido de Caballería y constructor de relojes en Londres". Dado que en aquel tiempo todo lo relacionado con la tecnología y la ciencia en España sólo podía desarrollarse en el Ejército o la Marina, únicos demandantes de estas materias, cabe pensar que fuera allí donde aprendió el oficio de relojero.

Salió de España, según su testimonio, en 1828, por razones políticas derivadas de su ideología liberal y de la dura represión que desencadenó Fernando Vil en aquella década. Su huida tuvo aire novelesco, pues el superintendente de la Policía de Madrid acostumbraba a disfrazarse para integrarse en las reuniones clandestinas de los liberales y así obtener información y efectuar detenciones. En una de esas reuniones, a la que acudió disfrazado de fraile, fue víctima de una trampa, se le retuvo y se le obligó a firmar un salvoconducto para que Rodríguez Losada pudiera abandonar España, cosa que logró a pesar de ser perseguido hasta la frontera francesa por un policía. Esta historia la contó el hijo del superintendente, el famoso poeta y dramaturgo José de Zorrilla, en sus Recuerdos del Tiempo Viejo. Andando el tiempo, Zorrilla se hizo amigo del relojero.

Losada permaneció en Francia dos años -sin que se sepa de su vida allí- y llegó en 1830 a Londres, donde abrió su tienda de relojes cinco años después. Su establecimiento, tras varias ubicaciones más modestas, terminó situado en la mejor calle comercial, Regent Street. Allí se casó, en 1838, con una británica diez años mayor que él, Hamilton Ana Sinclair, de 51 años. Y en Londres vivió hasta su fallecimiento.

En cuarenta años de exilio, Losada vino tres veces a España. Una, a finales del año 1856; otra, de cuatro meses, en 1859, en la que junto con su esposa recorrió medio país, visitando su pueblo natal y a su familia en Iruela, además de Madrid, Cádiz y Barcelona, y la última, ya enfermo, en 1868, durante la cual otorgó su testamento en Cádiz, el 3 de abril de 1868.

Rodríguez Losada falleció en Londres el 6 de marzo de 1870, dejando una fortuna de 30.000 libras esterlinas, que heredaron sus hermanas, un sobrino, su medico y sus sirvientes.
Al frente de su taller continuó su sobrino Norberto hasta 1890, pero la calidad de su obra bajó, coincidiendo con el declive de la escuela de relojería británica, siendo desplazada por la suiza, que ya llevaba tiempo siendo superior.

– Losada tenía su establecimiento en el número 105 de la prestigiosa Regent Street y fabricó durante su vida más de 6.000 relojes de todo tipo, sin embargo, el de la Puerta del Sol es su obra más reconocida.

– Para la sorpresa de miles el relojero no cobró absolutamente nada por el trabajo y regaló también la maquinaria del nuevo reloj al Ayuntamiento de Madrid.

– La construcción del mismo tardó aproximadamente 3 años.

– Muchos esperaban la inauguración del mismo la cuál se llevo un 19 de noviembre de 1866 por la reina Isabel II como conmemoración de su cumpleaños.

– Lo mejor de todo es la precisión de este reloj, la misma es muy alta y los mecanismos del mismo hacen que sólo se retrase cuatro segundos al mes.

– El hermoso péndulo del reloj mide nada más y nada menos que 3 metros.

– Su precisión no le ha librado de protagonizar algún incidente, como en el año 1928 cuando se desprendió una de sus pesas y ésta traspasó el suelo hasta llegar al despacho principal del Gobernador.

– No se libró de los bombardeos de la Guerra Civil resultando dañadas varias de sus esferas por los efectos de las bombas.

– Como todos lo sabemos el tan preciado reloj es un gran símbolo de la ciudad. Un hecho curioso se dio en el año 1952, cuando en aquel entonces el Gobierno de Venezuela, a través de su embajador en España, hizo una propuesta al Ayuntamiento de Madrid para comprar el reloj. Por suerte no se llegó a ningún acuerdo y el reloj se quedó en la Puerta del Sol.

– Paso a ser un icono para todos los españoles a partir del año 62 cuando se retransmiten las primeras campanadas por televisión y su imagen se cuela en miles de hogares.

– Ha estado presente en cientos de literaturas y en el cine.

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