miércoles, 7 de enero de 2015

LA LARGA RUTA DE LOS ELEFANTES

Los elefantes, estos preciosos animales que junto con los dromedarios siempre ayudan a los Reyes Magos para repartir juguetes tienen una memoria fuera de lo corriente, aparte de ser fieles a quienes les tratan con cariño.

"Lawrence Anthony” y el tributo que le rindieron sus elefantes salvajes al morir"

“Como un suceso inexplicable, dos manadas de elefantes, presintiendo la muerte de su cuidador, viajan a casa de éste para darle el último adiós”

Lawrence Anthony (1950-2012), una leyenda de Sudáfrica y autor de 3 libros, rescató valerosamente a animales salvajes y rehabilitó elefantes de todo el mundo de las atrocidades humanas, incluyendo el valiente rescate de los animales del Zoologico de Bagdad durante la invasión norteamericana de 2003. Además, durante la guerra civil en la República Democrática del Congo, logró que las dos facciones parasen los combates para poder rescatar a los cuatro únicos rinocerontes blancos que no habían sido víctimas de la guerra.

Sus experiencias en el rescate de animales los plasmó en tres libros: Abylon’s ark: the incredible wartime rescue of the Baghdad zoo (El arca de Babilonia: el increíble rescate del zoo de Bagdad durante la guerra), The last rhinos (Los últimos rinocerontes) y el best-seller The Elephant Whisperer, (El encantador de elefantes).


El 2 de marzo de 2012 Lawrence Anthony falleció de un paro cardiaco. Lawrence estaba casado con Francoise Malby, tuvo 2 hijos, 2 nietos y numerosos elefantes.



Dos días después de su fallecimiento, los elefantes salvajes aparecieron en su casa, con dos enormes matriarcas a la cabeza. Las manadas salvajes llegaron por separado para despedirse de su bien amado amigo humano. Un total de 31 elefantes había caminado pacientemente más de 20 kilómetros para llegar a su casa en Sudáfrica

Varias personas, testigos de este espectáculo, estaban asombrados no sólo por la suprema inteligencia y la precisión exacta de que estos elefantes sintieron sobre el deceso de Lawrence, sino también por los recuerdos y emociones profundos que estos amados animales evocaron de forma tan organizada, caminando lentamente durante días y abriéndose camino en una sola fila solemne desde su hábitat hasta su casa. La esposa de Lawrence, Francoise, se conmovió profundamente al ver a los elefantes cerca de su casa como dando el último adiós a su amigo que los había protegido y cuidado.

Sin embargo, ellos bien sabían a dónde iban. Era obvio que los elefantes querían dar su más profundo pésame, honrando a su amigo que les había salvado la vida, tanto así, que permanecieron durante 2 días sin comer absolutamente nada, y a la mañana del tercer día partieron en completo silencio, emprendiendo su largo viaje de regreso a casa. 





El comportamiento de los elefantes traspasa, en ocasiones, las más insólitas fronteras, como lo demostró este grupo de paquidermos. Se ha comprobado que existe el duelo entre ellos, muestran reacciones dramáticas frente a los restos de sus congéneres, quedándose en silencio y tocándolos suavemente con sus trompas y pezuñas, y son capaces de volver a visitarlos, sin importar qué tan lejos se hallen y sin desviarse del camino.

Los elefantes tienen el mayor cerebro de los animales terrestres, poseen una gran inteligencia, una espectacular memoria y tienen un comportamiento social que llama realmente la atención.

Suelen demostrar un comportamiento hacia los enfermos y los muertos de su especie que sugiere que son capaces de sentir algo parecido a la compasión.

Pero al margen de estos grandes detalles, hay algo que los distingue del resto de los animales y los sitúa junto a nosotros, los chimpancés y los delfines. Y es su capacidad de desarrollar relaciones de duelo por los miembros de su especie ya fallecidos, aún sin tener un vínculo directo en su manada.



Gracias a su prodigiosa memoria, son capaces de reconocer a que individuo de la manada pertenece un determinado cadáver o resto fósil mientras interrumpen su camino en sus largas migraciones en busca de agua. Suelen tener un destacado interés por los restos óseos oliéndolo o tocándolo con los colmillos y las patas. Se suelen quedar muy quietos, en silencio y tensión, pero después se acercan a los huesos y los tocan con mucha delicadeza, suelen coger el cráneo y los colmillos y permanecen rindiendo duelo durante un rato.


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