He intentado respetar al máximo el texto que nos ha enviado Eliseo Guajardo, que publicamos a continuación...
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Ángel con el "bisabuelo" |
Un capitulo en la vida de Ángel González
En el año de 1970 las fuerzas aéreas de los Estados Unidos me mandaron para la base de Torrejón de Ardoz. Allí fue donde conocí por primera vez a este señor. Mi trabajo era director y manejador de un contrato que los americanos tenían con la Compañía de Pullmantur. Consistía de 72 autocares para transporte estudiantes de todos los alrededores de Torrejón de Ardoz y la Moraleja o sea, Encinar de los Reyes. Ángel representaba a Pullmantur.
Cuando mi comandante me llevó a la oficina y conocí a Ángel me pareció un hombre muy serio, con ojos azules y una mirada que penetraba. Como el trabajo era supervisar las rutas, los estudiantes y el costo de transporte, esto nos llevaba a comer juntos en Paracuellos, Alcalá de Henares, San Fernando y claro en Torrejón, a hablar con conductores y también la disciplina de los estudiantes mientras que estuvieran en el autocar durante la ruta.
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El Abuelo...? |
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Eliseo y Ángel |
Con el tiempo me di cuenta que Ángel tenía un humor más grande que el autocar que él conducía, “el Abuelo”. Le decían así por los años que tenía, eso si era el más viejo que yo había visto. Pero era el favorito de Ángel. Yo lo conduje dos veces, la primera del garaje de Pullmantur a la Base y luego de Torrejón a la Base. La primera vez yo no le encontraba la reversa. Él me indicó, que levantara el cambio para arriba, moviéndolo para la pierna derecha y hacia atrás. Cuando lo hice, él respondió, –tonto, que eres tonto, y no sabes nada–, bueno ¡vamos! y con mucho cuidado por que el Abuelo es único.
Con el tiempo Ángel nos invito a su casa a comer y para que las familias se conocieran. Mi niño, Eliseo, a quien llamábamos Seo, era casi de la misma edad de Angelín, el niño más pequeño que tenía él y Encarna, la mayor Maricarmen, luego Salvador, y le siguen Javier y Encarni. Me dio señales a como llegar a su casa. Vivía en calle Marcelo Usera, a un lado de la Plaza Elíptica. Venía de Torrejón, así es que la autopista directa hasta llegar a Ave. América, directo y luego cuando llegues a un caballo, a la izquierda, que es la Castellana, todo directo, pasando por Cibeles, el Prado, Neptuno y luego por un puente hasta que llegas a la Plaza y a la izquierda está tu casa. Si sigues para delante vas muy mal, esa es la carretera que te lleva a Toledo.
Según el tiempo, fuimos conociendo más a la familia, la amistad fue creciendo y llegó a un punto que me decía que yo tenía más suerte que sentido, me llamaba “pendejo”. Yo le decía “cabezón”, “gachupín”, pero eso sí que el trabajo sobresalía y todo salía bien con él y conmigo.
En la oficina teníamos a un sargento de secretario, se llamaba Waterman. Waterman no sabía hablar español y Ángel no sabía hablar inglés. Una vez que yo venía a la oficina, me detuve en la puerta y los escuché un rato. Ángel le decía a Waterman, –mira gilipollas–, con la mano derecha se estiraba el cuello de la camisa por atrás, se empinaba un poco y con la lengua de fuera le decía, “Cameo”, este es un “Cameo”, y luego se ponía las manos en la cintura y caminando,moviendo las caderas de un lado a otro le decía, –una señorita, eso es una señorita, ¿comprendes?– Al verme a mí se dirige a donde estoy, yo pues cayéndome de risa, me dice, “cabrón” ¿por qué no me ayudas para que Waterman aprenda el Español?
Un día a Waterman le dolía mucho la cabeza, no se sentía bien, por fin fue al hospital, el día siguiente murió de un derrame del cerebro. Murió muy jovencito, dejando a su esposa con dos niños muy chiquitos. El servicio militar mandó el cuerpo a la USA el siguiente día, su familia lo acompañaba, luego les mandaron el coche y muebles. Yo y Ángel asombrados, asustados y muy pensativos de lo que había ocurrido. Ángel le había cogido cariño a él y su familia también. Yo no sé cómo se comunicaban pero lo hacían, a señas y a como diera lugar.
En otra ocasión un niño en una de las rutas le dijo, “son-of-bitch”, el muy tranquilo le dijo, “thank you” (gracias), luego en la oficina me preguntó qué fue lo que le dijo el niño, yo le dije que le había llamado hijo de perra, furioso se puso y dijo, ¡lo mato, lo mato! En otra ocasión un estudiante le preguntaba algo en inglés, él inmediatamente me preguntaba, –Guajardo, ¿qué me dice?– Yo le contestaba, dice que tienes la cabeza muy grande y que te ves muy curioso. Él respondió, ¿cómo? en serio ¿qué dice? Yo le decía: que el niño ya esta harto de estar aquí. Ángel contestó, dile que se vaya a la mierda y tú también.
Ángel tenía un carácter fuerte, era un hombre de palabra, cumplidor, y directo. Yo le decía el cabecita, dinamita, y así nos fuimos haciendo amigos, y él me llamaba mexicano, indio, y nos conocimos más y más. En 1972 yo y mi esposa Cathy tuvimos una niña, le pusimos Almudena. Ángel me decía que así tenía que ser por que es española. Cuando la niña aprendió a andar y cada vez que íbamos a casa de Ángel ella quebraba un vaso, la última vez que fuimos antes de venirnos para América, Ángel nos dijo que no nos podíamos ir todavía, yo pregunte por qué, y sin pelos en la lengua él dijo, porque la Almudena no a quebrado un vaso. Cosas que se le ocurrían a ese hombre no se le ocurren a nadie.
Ángel me hablaba mucho de España, me platicaba de la guerra civil, me decía que él era un niño todavía pero era el corneta de su división. Me decía que tenía que conocer todo España, y así fue, también me decía cuando vayas a Granada habla con el dueño de este restaurante y dile que Ángel te mando y me lo saludas. También por Toledo, Sevilla, Córdoba, Valencia y muchos otros lugares era la misma cosa. El cabecita tenía mucha “conocensia”, y se hacía de amigos muy fácil por su manera de tratar a la gente y de hablar con ellos. Me decía: cuando vayas a Valencia come paella, en Toledo la perdiz o faisán, en Segovia el cochinillo asado y por todo España se come muy bien y me decía los restaurantes donde se comía mejor.
Ángel todo el tiempo me decía que yo no sabía comer y que en España se come muy bien. Los americanos comen puras hamburguesas. Cuando íbamos a su casa Encarna hacía unas croquetas, pero “croquetas”, chuletas de cerdo, sopa de mariscos, ensaladilla rusa, unas ensaladas de bonito, paella, ternera con patatas… y todo, todo, muy rico. Una vez hizo espagueti con unas albóndigas, cuando Ángel me vio cortar el espagueti, me dijo, –mira que eres tonto, indio, así no se come el espagueti–, cogió una cuchara en la mano izquierda y un tenedor en la mano derecha, y enrollando el espagueti con el tenedor en la cuchara, dijo, –así se come el espagueti, aprende–.
Ángel me enseñó a jugar a los chinos, y jugábamos cada vez que íbamos a comer juntos, yo le ganaba mucho, él con su coraje que tenia, al final él me decía, cría cuervos y te sacan los ojos. Después de los chinos él me decía que me estaba manteniendo porque todo el tiempo perdía. Al cabecita le gustaban mucho los toros, me decía –con una buena calor en la plaza, un puro y un clavel en el ojal, ¡Ole con ole!– decía, y se ponía como un torero dando pases por un lado y por otro, se daba la media vuelta como los toreros y decía, –¡ole toro!, ¡ole!–, yo lo aplaudía y los dos nos reíamos, él decía, –Guajardo, si nos mira la gente van a creer que estamos locos–.
También le gustaba la música, pasodobles taurinos, claro, el mariachi mexicano, pero más Rocío Dúrcal con las rancheras. ¡¡¡El tío no sabía nada!!! Yo le regale unos aparatos que grababan música, tocadiscos y algunas cintas.
Un día que invitamos a Ángel y su familia a comer en nuestra casa, que fue la primera vez que vinieron, mi esposa Cathy les hizo una comida muy mexicana: enchiladas, arroz, judías pintas con un trozo de maíz. Cuando terminamos noté que nadie se había comido el maíz. Cuando le pregunte a Ángel que si no les gustaba el maíz, él me contesto, –Mira Guajardo, no te sientas mal, pero te digo la verdad, en España no se come el maíz, eso se usa para los animales–. Yo le expliqué que hay maíz para animales y hay maíz para la gente. El maíz para los animales es grande y soso, el maíz para las personas es más pequeño y dulce y tiene un buen sabor. Pasó el tiempo y lo llegue a ver comiendo maíz.
Con mi familia, Ángel era muy cariñoso, y se portaba como padre para nosotros. Mi esposa Cathy lo admiraba y lo respetaba mucho. A mí me recordaba y me decía, tonto, que no sabes lo que tienes, cuídalo mucho. Y me volvía a decir, tienes más suerte que sentido, gilipollas.
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el Sr. Martínez con Eliseo y Ángel |
Un día me dijo que el Sr. Martínez de Pullmantur nos había invitado a una comida en Madrid. En el club de Los Alabarderos, Plaza de Oriente, donde trabajaba José Luis, hijo de Luis y la Chata. Fuimos y comimos mariscos, y lo pasamos muy bien, pero Ángel y yo seguimos con la fiesta.
Ese día yo compré un escudo de madera con dos espadas. Ángel compró dos estatuas pequeñas, una de Don Quijote y la otra de Sancho Panza. De la Plaza de Oriente bajamos por la calle Arenal hasta llegar a Sol y luego a la Plaza Mayor, terminando por la calle Cuchilleros, tomando cañas, anís, brandy y cerveza. Íbamos por las calles abrazados, bailando, cantando y eso que no sabemos cantar ni bailar tampoco. A Ángel le gustaba mucho el Chotis.
Terminamos la juerga como a las 3:30 de la mañana o tal vez más tarde y nos fuimos para nuestras casas. La próxima vez que vi a Encarna, menuda bronca me echo, –¡vaya fiestecita que se dieron el fin de semana!–. También me di cuenta de que yo me quedé con las estatuas que Ángel había comprado, todavía las tengo y me recuerdan mucho de él.
En otra ocasión fuimos a comer al Hostal de Torrejón, Ángel conocía muy bien al dueño, allí se me ocurrió sacar un dólar, partirlo por la mitad, él firmó y yo también las dos mitades y él se quedo con una y yo con otra y le dije que ya que me vaya para América y cuando vuelva las juntamos. Él se puso un poco triste y me dijo, tú ya no vuelves por aquí otra vez. Yo le dije que volvería. Mi esposa y yo volvimos a la Base de Torrejón en 1982. Nos volvimos a ver, y siguió la cosa como antes, juntamos el dólar y lo volvimos a firmar y yo le dije que haríamos lo mismo cada vez que viniera a España. Ese dólar tiene cinco fechas, se lo pedí para ponerlo en un cuadro, y se lo dejé a él, pero le dije, cuando regrese otra vez me lo llevo y luego te lo regreso cuando vuelva otra vez. Así fue, ese cuadro ahora lo tiene Javier en su casa y le da una alegría porque tiene la firma de su padre y la mía.
La familia de Ángel y la mía nos juntábamos para comer en varios lugares, vivimos un tiempo en el Encinar de los Reyes, allí estuvieron varias veces y en casa de ellos, y me invitaba a Cadalso, a la finca que tenían allí. Una vez fuimos a la finca de Joaquín y Josefina, y los chicos se lo pasaron muy bien en la piscina. Ángel y Encarna terminaron como padres para nosotros, sus hijos hasta la fecha forman parte de nuestra familia.
Cuando yo y mi familia regresamos a la USA Ángel y su familia nos invitaron a comer por ultima vez. Todos nos pusimos muy tristes, a Ángel hasta unas lágrimas se le vieron, y nos dieron un regalo. Un caballo de porcelana, muy bonito que lo tenemos en una vitrina con unos Lladrós, y Ángel dijo, –este caballo es para que no te pierdas y sepas venir aquí, que eres un pendejo, Guajardo–.
Regresé a España de vacaciones en 1989, Ángel no se encontraba muy bien. Él, Salvador y yo fuimos a un bar cerca de donde vivían y nos dio un buen susto porque se nos desmayo. Él quería estar en la finca, le gustaba mucho el campo, Encarna que era una santa por satisfacerlo a él iba aunque no le daba por ese lado. A los tres años, en Enero del 1992 me notificaron que Ángel había muerto. Eso para mí fue una mala noticia. Por aquí la Cathy y yo lo sentimos mucho, porque era tan bueno con todos, como esposo, padre, y el mejor amigo. Murió muy joven sin haber conocido tantos nietos y nietas que tuvieron. Lo curioso de esto es que murió de la misma cosa que le dio a Waterman, un derrame de cerebro. Después nos dimos cuenta del accidente que tuvo Encarna y que se pegó en la cabeza. Fuimos de vacaciones en 2000, y toda la familia de los González y nosotros nos juntamos para una comida en Cadalso al bar / restaurante de Moncho. Vimos a Encarna, ya estaba frágil, y fue la última vez que la vimos.
Fuimos a España hace dos años, estuvimos en el apartamento del hijo de Carlos, hijo de Luis, en Zahara de los Atunes, como pasamos mucho tiempo por Andalucía: Arcos de la Frontera, Cádiz, Córdoba, Sevilla, Tarifa, y otros lugares, nos quedó muy poco tiempo y al único que vimos esa vez fue a Javier.
Por aquí todos en nuestra familia se acuerdan mucho de la familia que tenemos en España, los queremos mucho y seguimos con la comunicación con ellos; e-mails, Facebook y todos esos medios técnicos que hay. Nos comunicamos con Maricarmen, Beatriz, Javier, Noelia y Salvita. Y si por eso fuera poco pensamos volver otra vez y más veces. Nos gusta España y queremos mucho a la familia González. ¡Y
allí queda eso…! ¡¡¡Hasta la próxima!!!
Su servidor,
Eliseo Zamora
Guajardo